A muchos hombres les cuesta decir “te amo”, no porque no lo sientan, sino porque nunca aprendieron a expresarlo. Crecieron en hogares donde el amor se demostraba con acciones, no con palabras, y muchos de sus padres tampoco lo escucharon nunca. Este bloqueo emocional es una herencia de generaciones de hombres educados para ser fuertes, proveedores y protectores, pero no vulnerables. Sin embargo, un “te amo” de un padre puede cambiar una vida, sanar heridas invisibles y darle a un hijo la seguridad de que es valioso sin necesidad de probarlo constantemente. Romper ese ciclo no es fácil; las palabras pueden sentirse extrañas y el miedo al rechazo o al ridículo puede paralizar. Pero cuando un hombre se atreve a decirlo, aunque sea con nervios, aunque suene torpe, algo cambia. Se abre un camino nuevo en su linaje, uno donde el amor no solo se demuestra, sino también se nombra. Si eres padre y te cuesta decirlo, entiende que no es tu culpa, pero también que está en tus manos cambiarlo. No dejes que el miedo te robe la oportunidad de sanar a tu hijo y a ti mismo, porque un “te amo” puede ser el puente que evite que él crezca con la misma herida que tú, puede romper generaciones de silencio y convertirse en la palabra que, cuando ya no estés, siga resonando en su corazón.
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